Para situarnos en este relato que os voy a contar debemos remontarnos al 1739 a la llamada "guerra por la oreja de Jenkins". Un hecho que demostró cómo una oreja de un hombre sembró una de las derrotas más humillantes en la historia de un reinado. Una derrota por supuesto olvidada por el tiempo en la que un rey sentenció a muerte a quien hablase de ello.
Todo empezó a raíz de la captura de un barco de la flota inglesa en las costas de Sudamérica por los colonizadores españoles. Tras la celebración por la victoria, los españoles le hicieron cortarse la oreja a su capitán: Robert Jenkins. Éste volvió deportado a Inglaterra con su oreja en una caja y un mensaje desafiante hacia el rey. Jenkins fue enseñando el horror y el salvajismo español con su oreja y su historia hasta llegar a Jorge II, rey de Inglaterra. El rey indignado declaró la guerra a España en Octubre de 1739. Una guerra que duraría casi una década. En la que se esconderían historias como la que explicaré a continuación.
El 13 de Marzo de 1741 una flota de 186 barcos entre navíos de guerra, fragatas, brulotes y buques de transporte llegaban a Punta Canoa ,en las costas colombianas actuales, bajo el mando del almirante Vernon y el soporte de Lawrence Washington, hermanastro de George Washington. Las batallas empezaron en el puerto de Portobello, donde rápidamente los ingleses se apoderaron de todo lo que encontraron a su paso. El mercado de Portobello y las galerías del almirante Vernon del mercado tienen sus respectivos nombres en honor a esas batallas ganadas.
Pero fue en Cartagena de Indias, en el puerto de San Felipe de Barajas, donde un almirante de la armada española, marinero desde los doce años, venció a la armada inglesa. Blas de Lezo era un hombre que dejaba algo de él en cada batalla, era cojo, manco y tuerto. Lezo llevó a seis navíos y unos dos mil setecientos hombres a luchar por vidas contra veintitrés mil seiscientos solados y ciento ochenta y seis navíos de la armada inglesa. Era un estratega, amante de la batalla. Defendió el puerto de San Felipe de Barajas hundiendo los tres navíos que le quedaban en la entrada, impidiendo la invasión de la flota inglesa. Vernon realizó un desembarco de más de 18.000 hombres que se dirigieron a la fortaleza de San Felipe. Allí los ingleses se vieron sorprendidos al ver que no llegaban a la parte superior de la muralla porque Blas de Lezo mandó cavar unas zanjas justo en el borde del muro, convirtiendo así en inútiles todas las escaleras. La peste y la masivo deterioro de la flota provocó la retirada de Vernon. La humillación llegó al límite de que el rey prohibió hablar sobre lo sucedido durante todo su mandato y se llegaron a forjar medallas alabando la victoria en Cartagena de Indias cuando todavía no tenían noticias de la victoria. Algunas de esas medallas se conservan en el museo naval de Madrid y en el de Bogotá.
Blas de Lezo murió de enfermedad y peste al poco tiempo, durante años nadie lo recordó más que sus propios compañeros que le hicieron una estatua en la fortaleza de San Felipe de Barajas en el misma bahía donde murió defendiéndola.
La finalidad de ese relato sucedido hace más de 250 años es que a veces no hay dejar caer en el olvido personajes que podrían considerarse al nivel de Nelson o Wellinghton. El pasado ha construido el futuro en el que vivimos ahora. En este caso Blas de Lezo, el verdadero "Patapalo", es un hombre al que deberíamos recordarle como el almirante que venció a la otra armada "invencible" en cada abril del año. Quizás después de Braveheart, Robin Hood o The King´s Speech, venga Blas de Lezo.
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